viernes, 31 de enero de 2014

Buntai del Clan León...

Por Kitsu Senichi.

Quiero enseñaros unas maravillosas fotos de un buntai ("escuadrón" o "equipo") de "Ronin", wargame de escaramuzas ambientado en el Japón feudal... Organizado y pintado por Tim, aficionado que ha tenido el buen gusto de elegir como temática el Clan del León.



Para reunir esta magnífica unidad, que bien podría estar patrullando las cercanías de Shiretsu-no-Matsu o de Shiro-No-Yojin, este wargamer canadiense ha combinado miniaturas de colecciones históricas, si bien pintadas con colores rokuganíes...


...Con otras, ya añejas, de la (que yo sepa) descatalogada colección "Five Rings: Clan Wars" de AEG.



¡¡Una pasada!!

viernes, 17 de enero de 2014

La tormenta se aleja

El rudo jinete, con el semblante demudado, agarraba con fuerza su katana curva, presta a salir de su saya. Algo le detenía, una fuerza imparable, que presionaba su cuerpo contra el suelo y que agarrotaba sus músculos: el amor. De no ser así ya habría cortado en dos a la delicada figura que se postraba ante él, con la cabeza en el tatami, suplicando su perdón. Un rayo iluminó la escena, y al poco el trueno despertó a los niños, que lloraban en la alcoba de al lado, el cuarto cuyo acceso cerraba Narumi con su cuerpo.

- Tenéis que entenderlo, Taris-san, mi amor...hemos de irnos...con los niños.

- ¡Que los shaitans te lleven! ¡Intentas confundir mi mente, manchar mi honor!¡ Juré proteger a esa niña, con mi vida!

- ¡Y eso es lo que haréis si hacéis lo que os digo! Aquí corre peligro, lo sé, lo presiento.

- Decidme cuál es ese peligro y lo decapitaré, lo arrastraré por el suelo, le cortaré brazos y piernas...

Un momento de silencio, de tensión. La puerta corredera del cuarto se abrió unos centímetros y una asustada Takara, asomada por ella, contempló la escena, sin que sus cuidadores se dieran cuenta. Dentro, sus primos seguían llorando.

- No es tan fácil...estoy segura de que vendrán a por nosotros, ahora que la fama de los Rayos recorre Rokugán. Todo el mundo sabrá de esta isla y nuestros enemigos no tardarán en encontrarnos...

- Quieres decir tus antiguos amigos, los Escorpión. ¿Sabes lo que hace un Unicornio con un Escorpión? ¡Lo aplasta bajo sus cascos!

- Lo sé...¿eso me incluye a mí?- Narumi se levantó. Si bien no había recuperado aún su estilizada figura después del parto, seguía siendo hermosa y sugerente, su rostro surcado de lágrimas ponía a prueba el Meiyo, el honor de cualquier samurai, su determinación. Acariciando la barba del Shinjo, le susurró algo al oído.- ¿Eso incluye...a Michiko? Pues ella es el mayor peligro para su hija. Aún no lo sabe, yo apenas entiendo bien por qué, pero me ha sido revelado. Debemos huir, donde no nos encuentren ni su madre ni sus enemigos.

El bárbaro samurai notó como el tatuaje de su muñeca, el kanji que trazaba la palabra "Niño" en su piel, le ardía. Sabía, en lo más profundo de su corazón, qué era lo correcto, pero le costaba renunciar a esta vida, que tanto odiaba al principio y a la que se había acostumbrado al final, que había aprendido a amar. Pero al menos estaría con ella, y con los niños...Que los Vientos le perdonaran, quería más a esos niños que a su propio señor casi.

- Está bien, partiremos pero...¿a dónde?

-Conozco un lugar...valdrá, de momento. Sígueme, hemos de recoger todo, rápido.

Narumi, como señora de la casa en ausencia de la verdadera dueña, despachó al servicio, mandándoles a atender al viejo capitán ciego, un amigo de la familia. Renuentes, al final los heimin obedecieron órdenes, pues fueron respaldadas por el salvaje Unicornio, al que todos temían. La pareja prófuga recogió todo lo que pudieron cargar en el caballo gaijin de él, y salieron. Narumi veía como los primeros rayos de sol ya despuntaban entre las nubes de tormenta. Dejó el haiku bajo la almohada de Michiko, sabiendo que él lo encontraría o que ella se lo haría llegar. Y se decidió a emprender una nueva vida, al lado de su fiel samurai de lejanas tierras, otra identidad más, siguiendo la senda de Soshi, siendo una Escorpión, pese a todo.

Al cabo de un par de días Taris se acostumbró de nuevo al vaivén molesto del barco mercante en el que habían conseguido pasaje. Su caballo y sus pertenencias estaban abajo, así como los niños, al cuidado de la anciana madre del capitán. Narumi y él contemplaban el oleaje, en la cubierta, agarrados de la mano pues no les ataban los modales y la etiqueta al uso. Cuando él giró su muñeca para besar la yema de sus dedos vio algo que se le había ocultado hasta ahora, en tantas y tantas noches de pasión y de secretos de cama.

- ¿Desde cuando...? ¿Esto es...?

- Desde hace poco, apenas unos días. Sí, mi amor...parece ser que las Fortunas también tienen planes para mí.

El Unicornio trazó con su dedo índice las líneas del tatuaje que aparecía en la piel blanca y suave de la antaño Soshi Nyoko: el kanji que en todo Rokugán se podía traducir como...Futuro.

jueves, 16 de enero de 2014

La tormenta se acerca

Como la última vez, llegar hasta su destino no era difícil. Lo que resultó arduo y casi imposible fue encontrarlo.
Un barco pesquero, tripulado por marineros heimin duchos en operaciones clandestinas propias de su clan, zarpó de Otosan Uchi unas semanas antes. A bordo iban cuatro hombres y una mujer inexistentes, leyendas para la mayoría de los rokuganíes, pero terribles y sanguinariamente reales.
Se enfrentaron a tormentas invernales, cuya fiereza apenas pudo domeñar el capitán del kobune de innumerables nombres. Aunque casi les manda con Seitengu, la Fortuna del Mar,la furia de Osano Wo les resultó útil, pues apenas se cruzaron con barcos en su travesía. Hasta los experimentados y capaces marinos Mantis se resguardaban de lo peor de los temporales en sus puertos, después de un extenuante año de combates contra los piratas recién descubiertos como León.
Por fin llegaron a su destino, después de dos semanas de singladura. Tras atracar en el muelle a altas horas de la noche, las cinco figuras embozadas se deslizaron por la cubierta y se acercaron buceando hasta la orilla, lejos de miradas indiscretas. Si bien el pueblo estaba en calma, no querían crear alarmas ni sobresaltos. Al frente iba un exhausto Riochi, con su cuerpo al límite por la cantidad de kilómetros recorridos de una punta a la otra del Imperio Esmeralda; su mente estaba aún más cerca del colapso, pues esta vez no buscaba a una familia de herreros con siniestros propósitos: esta vez buscaba a su propia familia.
A través de la maleza y la vegetación avanzaron sigilosamente, con todo el disimulo que solo los suyos podían desplegar. Seguían las indicaciones del más enjuto de ellos, una figura oscura y encorvada que daba escalofríos incluso a los curtidos ninjas. Con un movimiento de cabeza señaló una casa en las estribaciones de la isla, lujosa y en calma.
Las ágiles sombras sortearon la empalizada que rodeaba la casa sin dificultad: apoyándose los unos en los otros y cayendo con gracia felina en la hierba mojada, fueron rodeando la residencia de paredes de madera. Riochi se acercó a Máscara, un mote tan sencillo como enigmático era su dueño; si bien empezaba a sospechar su verdadera identidad, el Bayushi no sería el primero en hacerle partícipe de su intuición. No era propio de un Escorpión revelar información ventajosa sin ganar nada a cambio.

- ¿Seguro que esta es su casa? No quiero despertar a la Mantis en su territorio y ver cómo me arranca la cabeza- la voz de Riochi, entrenada para el sigilo, apenas era audible incluso en la tranquilidad de la noche, quedando ahogada por el suave ulular del viento.

- Esta es la Isla del Cardamomo, hogar del finado capitán Yoritomo Atasuke y de su esposa, la que un día fuera Bayushi Michiko y ahora se hace llamar Yoritomo Mami. Y esta es su casa, así me lo dicen los Kami del viento.

Con la confirmación del sughenja se desencadenó la acción. Riochi desenvainó en silencio el ninja-to, con la kusarigama en la otra mano, con su cadena enrollada alrededor del brazo, se acercó a una de las puertas traseras y, con una leve señal de la cabeza, indicó a sus hombres que actuaran. El que estaba en el techo se acercó al hueco que daba paso al jardín interior, deslizándose al interior de la casa y la ninja-ko, con un susurro apenas, abrió el panel de madera de la entrada del jardín. Rápidos como una sombra bailando en la llama, los tres ninjas se desperdigaron por la casa, buscando las habitaciones ocupadas y sus objetivos: los llamados Rayos, así como la última de la familia de los herreros, la hija, y cualquier objeto que su señor, Bayushi Shoju, pudiera encontrar de interés en esta misteriosa búsqueda.

Al cabo de unos minutos todo había acabado. No hubo ninguna resistencia pues..la casa estaba vacía. El cansancio y la pesadumbre se apoderaron de Riochi, que se desplomó sobre el tatami del que sabíaera el dormitorio de su hermana y su fallecido esposo. Había insistido en liderar esta operación, pues no quería dejar en manos de Korin la vida de su hermana, de su sobrina,y de...ella. Tenía la esperanza de que, si las veía, si las ponía literalmente entre la espada y la pared, las dos mujeres que le habían traicionado, su amor y su sangre, volverían a su lado. Más difícil era ganarse el perdón de su señor, aunque fuera poco dado a buscar suicidios rituales cuando un samurai todavía le podía resultar útil.
Máscara apareció para despejar sus tribulaciones "Debemos irnos. Conviene zarpar antes de que amanezca". Riochi asintió y se levantó, justo cuando una ráfaga de aire, colándose por la puerta abierta por el sughenja, levantó un papel bajo la almohada. El joven samurai lo cogió al vuelo, con unos reflejos sorprendentes. Aunque apenas había luz, adivinó unos trazos que después, a la luz del fanal del kobune, pudo desentrañar. Su tripulación y sus hombres tuvieron que sujetarle para que no se arrojara al mar y tratara de volver a nado a la isla.

Era un sencillo haiku, cuyo elegante trazo y estilo reconoció enseguida...

" Nuestro verano
acabó, como acaba
mi vida sin ti"


Había estado tan cerca de ella...y la había vuelto a perder, esta vez quizá para siempre.