viernes, 17 de enero de 2014

La tormenta se aleja

El rudo jinete, con el semblante demudado, agarraba con fuerza su katana curva, presta a salir de su saya. Algo le detenía, una fuerza imparable, que presionaba su cuerpo contra el suelo y que agarrotaba sus músculos: el amor. De no ser así ya habría cortado en dos a la delicada figura que se postraba ante él, con la cabeza en el tatami, suplicando su perdón. Un rayo iluminó la escena, y al poco el trueno despertó a los niños, que lloraban en la alcoba de al lado, el cuarto cuyo acceso cerraba Narumi con su cuerpo.

- Tenéis que entenderlo, Taris-san, mi amor...hemos de irnos...con los niños.

- ¡Que los shaitans te lleven! ¡Intentas confundir mi mente, manchar mi honor!¡ Juré proteger a esa niña, con mi vida!

- ¡Y eso es lo que haréis si hacéis lo que os digo! Aquí corre peligro, lo sé, lo presiento.

- Decidme cuál es ese peligro y lo decapitaré, lo arrastraré por el suelo, le cortaré brazos y piernas...

Un momento de silencio, de tensión. La puerta corredera del cuarto se abrió unos centímetros y una asustada Takara, asomada por ella, contempló la escena, sin que sus cuidadores se dieran cuenta. Dentro, sus primos seguían llorando.

- No es tan fácil...estoy segura de que vendrán a por nosotros, ahora que la fama de los Rayos recorre Rokugán. Todo el mundo sabrá de esta isla y nuestros enemigos no tardarán en encontrarnos...

- Quieres decir tus antiguos amigos, los Escorpión. ¿Sabes lo que hace un Unicornio con un Escorpión? ¡Lo aplasta bajo sus cascos!

- Lo sé...¿eso me incluye a mí?- Narumi se levantó. Si bien no había recuperado aún su estilizada figura después del parto, seguía siendo hermosa y sugerente, su rostro surcado de lágrimas ponía a prueba el Meiyo, el honor de cualquier samurai, su determinación. Acariciando la barba del Shinjo, le susurró algo al oído.- ¿Eso incluye...a Michiko? Pues ella es el mayor peligro para su hija. Aún no lo sabe, yo apenas entiendo bien por qué, pero me ha sido revelado. Debemos huir, donde no nos encuentren ni su madre ni sus enemigos.

El bárbaro samurai notó como el tatuaje de su muñeca, el kanji que trazaba la palabra "Niño" en su piel, le ardía. Sabía, en lo más profundo de su corazón, qué era lo correcto, pero le costaba renunciar a esta vida, que tanto odiaba al principio y a la que se había acostumbrado al final, que había aprendido a amar. Pero al menos estaría con ella, y con los niños...Que los Vientos le perdonaran, quería más a esos niños que a su propio señor casi.

- Está bien, partiremos pero...¿a dónde?

-Conozco un lugar...valdrá, de momento. Sígueme, hemos de recoger todo, rápido.

Narumi, como señora de la casa en ausencia de la verdadera dueña, despachó al servicio, mandándoles a atender al viejo capitán ciego, un amigo de la familia. Renuentes, al final los heimin obedecieron órdenes, pues fueron respaldadas por el salvaje Unicornio, al que todos temían. La pareja prófuga recogió todo lo que pudieron cargar en el caballo gaijin de él, y salieron. Narumi veía como los primeros rayos de sol ya despuntaban entre las nubes de tormenta. Dejó el haiku bajo la almohada de Michiko, sabiendo que él lo encontraría o que ella se lo haría llegar. Y se decidió a emprender una nueva vida, al lado de su fiel samurai de lejanas tierras, otra identidad más, siguiendo la senda de Soshi, siendo una Escorpión, pese a todo.

Al cabo de un par de días Taris se acostumbró de nuevo al vaivén molesto del barco mercante en el que habían conseguido pasaje. Su caballo y sus pertenencias estaban abajo, así como los niños, al cuidado de la anciana madre del capitán. Narumi y él contemplaban el oleaje, en la cubierta, agarrados de la mano pues no les ataban los modales y la etiqueta al uso. Cuando él giró su muñeca para besar la yema de sus dedos vio algo que se le había ocultado hasta ahora, en tantas y tantas noches de pasión y de secretos de cama.

- ¿Desde cuando...? ¿Esto es...?

- Desde hace poco, apenas unos días. Sí, mi amor...parece ser que las Fortunas también tienen planes para mí.

El Unicornio trazó con su dedo índice las líneas del tatuaje que aparecía en la piel blanca y suave de la antaño Soshi Nyoko: el kanji que en todo Rokugán se podía traducir como...Futuro.

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