jueves, 16 de enero de 2014

La tormenta se acerca

Como la última vez, llegar hasta su destino no era difícil. Lo que resultó arduo y casi imposible fue encontrarlo.
Un barco pesquero, tripulado por marineros heimin duchos en operaciones clandestinas propias de su clan, zarpó de Otosan Uchi unas semanas antes. A bordo iban cuatro hombres y una mujer inexistentes, leyendas para la mayoría de los rokuganíes, pero terribles y sanguinariamente reales.
Se enfrentaron a tormentas invernales, cuya fiereza apenas pudo domeñar el capitán del kobune de innumerables nombres. Aunque casi les manda con Seitengu, la Fortuna del Mar,la furia de Osano Wo les resultó útil, pues apenas se cruzaron con barcos en su travesía. Hasta los experimentados y capaces marinos Mantis se resguardaban de lo peor de los temporales en sus puertos, después de un extenuante año de combates contra los piratas recién descubiertos como León.
Por fin llegaron a su destino, después de dos semanas de singladura. Tras atracar en el muelle a altas horas de la noche, las cinco figuras embozadas se deslizaron por la cubierta y se acercaron buceando hasta la orilla, lejos de miradas indiscretas. Si bien el pueblo estaba en calma, no querían crear alarmas ni sobresaltos. Al frente iba un exhausto Riochi, con su cuerpo al límite por la cantidad de kilómetros recorridos de una punta a la otra del Imperio Esmeralda; su mente estaba aún más cerca del colapso, pues esta vez no buscaba a una familia de herreros con siniestros propósitos: esta vez buscaba a su propia familia.
A través de la maleza y la vegetación avanzaron sigilosamente, con todo el disimulo que solo los suyos podían desplegar. Seguían las indicaciones del más enjuto de ellos, una figura oscura y encorvada que daba escalofríos incluso a los curtidos ninjas. Con un movimiento de cabeza señaló una casa en las estribaciones de la isla, lujosa y en calma.
Las ágiles sombras sortearon la empalizada que rodeaba la casa sin dificultad: apoyándose los unos en los otros y cayendo con gracia felina en la hierba mojada, fueron rodeando la residencia de paredes de madera. Riochi se acercó a Máscara, un mote tan sencillo como enigmático era su dueño; si bien empezaba a sospechar su verdadera identidad, el Bayushi no sería el primero en hacerle partícipe de su intuición. No era propio de un Escorpión revelar información ventajosa sin ganar nada a cambio.

- ¿Seguro que esta es su casa? No quiero despertar a la Mantis en su territorio y ver cómo me arranca la cabeza- la voz de Riochi, entrenada para el sigilo, apenas era audible incluso en la tranquilidad de la noche, quedando ahogada por el suave ulular del viento.

- Esta es la Isla del Cardamomo, hogar del finado capitán Yoritomo Atasuke y de su esposa, la que un día fuera Bayushi Michiko y ahora se hace llamar Yoritomo Mami. Y esta es su casa, así me lo dicen los Kami del viento.

Con la confirmación del sughenja se desencadenó la acción. Riochi desenvainó en silencio el ninja-to, con la kusarigama en la otra mano, con su cadena enrollada alrededor del brazo, se acercó a una de las puertas traseras y, con una leve señal de la cabeza, indicó a sus hombres que actuaran. El que estaba en el techo se acercó al hueco que daba paso al jardín interior, deslizándose al interior de la casa y la ninja-ko, con un susurro apenas, abrió el panel de madera de la entrada del jardín. Rápidos como una sombra bailando en la llama, los tres ninjas se desperdigaron por la casa, buscando las habitaciones ocupadas y sus objetivos: los llamados Rayos, así como la última de la familia de los herreros, la hija, y cualquier objeto que su señor, Bayushi Shoju, pudiera encontrar de interés en esta misteriosa búsqueda.

Al cabo de unos minutos todo había acabado. No hubo ninguna resistencia pues..la casa estaba vacía. El cansancio y la pesadumbre se apoderaron de Riochi, que se desplomó sobre el tatami del que sabíaera el dormitorio de su hermana y su fallecido esposo. Había insistido en liderar esta operación, pues no quería dejar en manos de Korin la vida de su hermana, de su sobrina,y de...ella. Tenía la esperanza de que, si las veía, si las ponía literalmente entre la espada y la pared, las dos mujeres que le habían traicionado, su amor y su sangre, volverían a su lado. Más difícil era ganarse el perdón de su señor, aunque fuera poco dado a buscar suicidios rituales cuando un samurai todavía le podía resultar útil.
Máscara apareció para despejar sus tribulaciones "Debemos irnos. Conviene zarpar antes de que amanezca". Riochi asintió y se levantó, justo cuando una ráfaga de aire, colándose por la puerta abierta por el sughenja, levantó un papel bajo la almohada. El joven samurai lo cogió al vuelo, con unos reflejos sorprendentes. Aunque apenas había luz, adivinó unos trazos que después, a la luz del fanal del kobune, pudo desentrañar. Su tripulación y sus hombres tuvieron que sujetarle para que no se arrojara al mar y tratara de volver a nado a la isla.

Era un sencillo haiku, cuyo elegante trazo y estilo reconoció enseguida...

" Nuestro verano
acabó, como acaba
mi vida sin ti"


Había estado tan cerca de ella...y la había vuelto a perder, esta vez quizá para siempre.

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