jueves, 20 de diciembre de 2012

"Frases célebres" de nuestra partida... (01)

He aquí la primera recopilación de barbaridades, tonterías y despistes soltadas por nuestro grupo de juego en diversos momentos... ¡¡A esto nos dedicamos, en vez de a cosas útiles!!

Por Isawa Sayuri

- Narrador: Así que el Master me premió... no con PXs, pero sí con humor :D
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- Michiko: ¿Mi personaje es una chica? Noooo, pero si es un chico...
- Masu: No, es una chica.
- Michiko: Pero si se llama Michiko.
- Masu: Pues eso, se llama Michiko... y es una chica. Si fuese un chico se llamaría... Pues eso... Michika.

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- Sayuri (al narrador muy bajito): Por favor, no me quites más honor...
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Canción para la Shugenja, Sayuri
(música "Pequeño Planeta" de la serie "La llamada de los Gnomos")

Pequeña shugenja vuelve a sonreir
porque tu yojimbo va a cuidar siempre de ti.
Las estrellas y los kami sonreirán
y bajo un cielo limpio todos arderán...
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- Masu: Soy Yodi, digo Doji... Esto... Jodi Foster...
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-Toyoaki (a Michiko): Desde que sé que tu PJ está embarazada, ya me veo saliendo en algún momento con el niño en brazos en plan "niñera coraje".
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- Narrador: Es raro que los samuráis cuiden tanto a sus deudos... Que los mimen tanto... Entre los grulla puede ser más normal, son más como Guardiola...
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- Sayuri: Yo llevo un grillo de la suerte. ¿Cómo lo llamo?
- Masu: Grilli-Món.
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- Toyoaki: En esta partida, como en la vida misma, todo el mundo va a follar con todo el mundo... ¡¡Menos conmigo!!
- Michiko: Es que te lo curras poco... Como en la vida misma...
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- Narrador: Unos poderes retorcidos, maquiavélicos... Bueno, maquiavélicos no... Maléficos...
- Masu: Sí, voldemórticos...
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- Sayuri: A mí estos hechizos me suenan a chino.
- Masu: Claro... ¿a qué te van a sonar?
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- Toyoaki: Con esos PXs te costará menos aprender el hechizo, es decir, son PXs destinados a magia. En vez de subirte, por ejemplo, la habilidad "LUCHA DE PULGARES", te pones el hechizo, "ECHAR RAYOS POR EL CULO".
- Todos: ¡¡Bravo!!
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- Sayuri (a Masu): Llegas tarde.
- Masu: Llego cuando tengo que llegar.
- Narrador: Sí, como los magos.
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- Sayuri: En este barco me siento muy mal, creo que voy a hacer caca.
- Masu: Yo también, pero como soy tan guapo voy a poner un kinder bueno.
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- Michiko: ¿Dónde está la capitana?
- Narrador: En alguna cama de algún hombre.
- Michiko: ¿Y no tiene alguna cama favorita?
- Masu: ¡¡Esa capitana es un FUTÓN!!
- Narrador: Sí, FERFENERO...
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- Sayuri: ¡Vete al cagado!
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- Sayuri: ¿Te puedo hacer una pregunta antes de cagarla?
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- Sayuri (al narrador): ¡¡Dani, has sido malo!! ¡¡Has sido Darth Beckelar!!
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- Narrador: Hay dos posibilidades... A mí me gustan más las dos.
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-Toyoaki (haciendo como que está amordazado): La palabra de seguridad es "wakizashi"
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- Narrador (retomando el hilo): Habíamos quedado en que te hacías caca.
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- Narrador: En la embajada de los clanes es costumbre...
- Sayuri: ¡Cagarse en la puerta!
- Masu: ¡Echar un polvazo!
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- Narrador: Tú (a Michiko) eres una mujer muy bella, ella es muy sofisticada...
- Toyoaki: Tú eres un chuletón y ella es un filete empanado.
- Todos: JODER, vaya comparación.
- Masu: ¿Siempre pensando en el fútbol, eh?
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- Narrador: ¿Tú qué haces?
- Sayuri: Nada, no abro la boca no vaya a ser que pierda puntos de honor como el otro día.
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- Toyoaki (sobre el rol): "Aquí no es que te pasen cosas buenas, es que te pasen cosas... ¡Vamos a intentar que sean buenas, claro! Es que si no, que nos cuenten un cuento en vez de narrarnos... Había una vez..."
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- Narrador: Toyoaki se agita, en sueños...
- Masu: El que agita no es traidor.
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- Masu: Yo me quedo atendiendo a Mariko-san.
- Toyoaki: Es Michiko.
- Masu: ¡Es verdad! Mariko es la mujer de Lobezno.
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Masu: Estoy como Hida, digo, como ido.
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- Toyoaki: ¿Y no le hacemos daño al fantasma?
- Narrador: ¿Y qué vas a hacer? ¿Causarle una hemorragia? ¿Romperle un hueso?
- Toyoaki: No, pero romperle el ectoplasma...

domingo, 16 de diciembre de 2012

Lugares donde vivir, lugares donde morir

Por NARRADOR.

Localizaciones de la partida.

Isla del Cardamomo.
Yama-ue-no-ho-ni-Umi-Mura,
la Aldea de la Muralla Sobre el Océano (Provincia Grulla de Anshin)...
... Y detalle del faro, en una foto actual...
Entrada al Valle de Shiro Heichi.
Shiro Kaotsuki-no-Higashi,
la Fachada del Castillo Oriental.
Torre de Vigía Oriental.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Diarios de Kitsuki Toyoaki, del Clan del Dragón (III)

Por Kitsuki Toyoaki.


Todos los peregrinos refugiados en el Templo de Ebishu despertamos al alba, incluido el joven guerrero que acompañaba a Hisa. La noche anterior, tras recibir los cuidados de Isawa Sayuri, había caído inconsciente, de modo que nos vimos en la obligación de describirle el final de su compañera. Mantuvo la calma admirablemente y, para sorpresa de todos, se identificó como Nobutada, hijo del general renegado Katsumoto, antaño Akodo, apodado "El Viejo Leon". Mucho tiempo llevaba ya él haciéndole la guerra, según él en defensa del Emperador ,  a todos los clanes y en particular al León y a la Grulla, pues consideraba que usurpaban las atribuciones que sólo la Autoridad Imperial debía ostentar. Parecía ser que , aquella vez, también había involucrado al Cangrejo y que éste le había asestado una contundente derrota. Con todos los clanes ya en su contra no pintaba bien para el Viejo Leon.

Esta revelación resultaba en extremo peligrosa para Nobutada, pues se estaba descubriendo como rebelde y lo que es más importante, hijo del rebelde más importante de Rokugan. Si hubiera sido capturado eso hubiera significado el final de la revuelta de Katsumoto. Sin embargo los que serían mis nuevos compañeros hicieron propia la promesa que yo mismo hiciera a Hisa y no lo delataron. Que no lo hicieramos puede parecer una falta a nuestros deberes para con el Imperio pero es, en mi opinión, la demostración de que ya éramos conscientes de que las circunstancias y de que los hechos no resultaban, ni mucho menos, fortuitos: La reunión de samuráis de cuatro clanes diferentes, la tremenda exhibición de bushido de Hisa, una ronin supuestamente sin honor, los extraños monjes y sus peculiares habilidades,... Todo estos factores, incluida la oportuna tormenta que había impedido que siguiéramos viaje o que pudiéramos buscar otro refugio más cómodo, sumaban tal cúmulo de casualidades que creo que no podíamos dejar de pensar en una voluntad que esperaba algo de nosotros.Y una voluntad capaz de invocar a la tormenta es algo a tener en cuenta siempre.
Personalmente lo que más me intrigaba era qué podía unir los destinos de tan diferentes samuráis. Por un lado los bushis, Doji Masu del clan de la Grulla, alumno destacado de la escuela Kakita, y la samurai-ko Bayushi Michiko, del clan del Escorpión. En clara discordancia con ellos Isawa Sayuri, una joven shugenja que disfrutaba de su primer viaje fuera del territorio del Fénix. Y por último yo, un Kitsuki caído en desgracia, buscando redimirse en el exilio.

El primero era un apuesto samurái, de gran estatura y potente voz. Se mostró en todo momento altivo, seguro de sí mismo, pero a la vez atento y exquisitamente educado. Muy en la línea de los hijos de Doji. No era esto óbice para que, al menos para mí que me había criado entre guerreros, fuera evidente que su seguridad, y también su altivez, ¿por qué no decirlo? provenían de poder sostener sus palabras y hechos con el filo de su su katana en todo momento. Desde el primer momento me trató de igual a igual, y bien saben los Kami que dada mi situación no tenía  ninguna obligación  de ello. Es algo que no olvidaré nunca y que nunca le agradecí lo suficiente.

Fue un gran guerrero, compañero fiel como pocos. Lo extrañamos mucho, y más que lo extrañaremos en días por venir, cuando su certera espada, su valor y su rápido juicio nos sean necesarios. Si en mi mano está luchar para erradicar a los piratas que acabaron con él, tened por seguro que no todos los soldados de la Grulla en esa batalla vestirán el blanco y azul. Pero eso es algo que todavía está por ver. Ahora me veo en la obligación de limitarme a relatar cómo nos vimos embarcados en esta aventura.

Con respecto a Bayushi Michiko he de decir que, para mi vergüenza, me dejé llevar por los prejuicios que sobre este clan abundan y me costó bastante más dar mi confianza a la misteriosa samurai-ko. A día de hoy con gusto me dejaría matar por ella y por su hija, la encantadora Takara, pero no adelantemos acontecimientos. Sólo decir que la primera impresión que me dio Michiko fue la que dan casi siempre los miembros de su clan: sigilosos, amigos de misterios y secretos, poco dignos de confianza y en general traicioneros y peligrosos. Se mantuvo en un discreto segundo plano en todo momento, sin embargo, sí que prestó su apoyo cuando enfrentamos a los Cangrejo.

Bushi de maneras suaves, de una belleza por la que muchos matarían (y a fé mía que lo hacen), su capacidad para entrar y salir sin ser vista fue lo que, en principio, me puso en guardia contra ella. Por mi entrenamiento estoy predispuesto a desconfiar de todos aquellos que no suelan usar la puerta principal, aún en el caso de que yo mismo utilice de esos subterfugios para conseguir mis objetivos. Espero que estas líneas sirvan de disculpa. No siempre hemos de creer en lo primero que se nos muestra.

Como contrapunto a esos dos graves guerreros estaba la alegre Isawa Sayuri, Shugenja del clan del Fénix. Ella sabrá perdonarme si digo que me pareció, al principio, algo atolondrada y fuera de lugar, con su  flamante kimono amarillo y naranja y su expresión de perpetua sorpresa ante todo. Bien es verdad que en su descargo hemos de decir que se trataba de la primera vez que salía del territorio de su Clan y que ni siquiera allí había viajado mucho. Esta impresión se reforzó durante la noche, sobre todo cuando el monje gordo se puso a tocar. En cuanto empezó la música se quedó obnubilada, totalmente fuera de la realidad.

De nuevo mi juicio me falló al juzgar a la joven shugenja. Durante nuestros viajes ha dado muestras constantes de que es un ejemplo a seguir por todos los seguidores del bushido, sean guerreros o  no, sobre todo en lo referente a las virtudes de la caridad, el honor y el valor. Y si a veces es un poco bisoña, he acabado por considerar eso más una virtud que un defecto que, además, no merma en nada su capacidad. En pocas palabras, no podría estar narrando nuestras aventuras de no haber contado con ella y su mano certera con los Kami. En los mares del sur de Rokugan ya se empieza a hablar de las hazañas de la "Furia Roja", que hunde barcos pirata y controla tempestades a voluntad.

Estos son mis compañeros, los que más adelante, junto conmigo mismo, serán bautizados como "Los Cuatro Rayos".Puede parecer que divago, que me pierdo en descripciones, pero es que considero de vital importancia que aquellos que nos sigan sepan cómo éramos en vida y por qué fuimos elegidos para esta misión.Quizá ello responda a alguna de las preguntas que se planteen.

En cuanto a mí, no hay gran cosa que pueda decir sin que parezca vacuo. Soy un humilde samurái del Clan del Dragón, de la familia Kitsuki, alumno de esa misma escuela. Por azares del destino, reconozco que aderezados de graves errores de juicio por mi parte, me vi condenado al ostracismo por mi propia familia, que no ha dudado en recordármelo cada vez que ha podido. Perdí de una sola vez, posición, honor y a mi prometida, no me vi obligado al seppuku por la buena voluntad de mi maestra, aunque no puedo dejar de pensar que quizá no me lo permitiera por dudar de mi capacidad para realizar dicho ritual honorablemente. Esta misión, esta aventura, es la única forma de restaurar mi honor y y posición. Y estoy dispuesto a hacerlo en esta vida o en el más allá.

Volvamos pues a la historia. Estábamos en el Templo de Ebishu, en la Aldea de la Muralla sobre el Océano. Habíamos pasado allí la noche y, ya todos levantados, nos disponíamos a buscar el desayuno. En ese mismo instante entraron en el Templo dos heimin, dos humildes campesinos, claramente a mis ojos  padre e hija, y se postraron ante la efigie de Ebishu que presidía la capilla. Junto a ellos entraron dos samuráis, una shugenja  del clan Asahina y un guerrero Daidoji. En contra de toda costumbre, parecía que los samuráis cedían el paso, que escoltaban, a los campesinos mientras estos rezaban.

¿Cómo explicar lo que nos ocurrió a continuación? ¿Cómo evitar que penséis que estoy loco o, peor, que soy un hereje o un traidor al Imperio Esmeralda? La verdad es que no sé cómo hacerlo. Solo sé que debo intentarlo.

Hubo un momento en que todo se detuvo. Un instante en el que estábamos allí, y no estábamos. Un eterno parpadeo en el soñamos sabiendo que estábamos despiertos y en el que teníamos perfecta consciencia de que lo que veíamos era real. No sólo real, sino nuestro destino. Nuestra obligación más allá de las exigencias del Imperio actual, de las obligaciones para con nnuestros clanes y familias, nuestros deseos de fama, gloria y honor.

"¡DEFENDED AL LEON!" Escuché. Se trataba de una voz que no era sonido, que era sólida y material, que golpeba con su mensaje cada átomo de mi ser. Una voz que era muchas voces: voces del aire, el agua, la tierra y el fuego, del mar y la montaña, voces de tormenta y de calma, de los árboles, las rocas y las bestias salvajes todas, de hombres y mujeres, de niños y ancianos. "¡DEFENDED AL LEON!"

Me vi formando parte de un círculo, en cuyo centro se hallaba un leon negro, joven y desafiante, fuerte pero aún no lo suficiente para afrontar los muchos peligros que lo amenzaban. Doji Masu, Isawa Sajuri y Bayushi Michiko eran los únicas figuras del círculo defensivo a los que podía distinguir bien. Los cuatro parecíamos enfrentar peligros diferentes. En mi caso, se trataba de una gran nube negra, informe y opresiva, que amenazaba con sofocar a su presa. Enfrentaba el peligro con la katana y el  wakizashi desenvainadas ambas,  en posición nitten. Cargaba contra la nube y esta parecía retroceder, para en seguida tratar de rodear al leon desde otro ángulo. Se trataba de una lucha infructuosa, frustrante, además de extraña porque la postura nitten pertenece a la escuela Mirumoto, de la que no tengo la fortuna de haber recibido enseñanzas, y sin embargo en el sueño parecía controlar perfectamente.

Un instante después la visión cambio para mostrarnos una herrería, oscura y calurosa, en la que trabajaba incansable un herrero. Ese herrero era unas veces el heimin que acabábamos de ver entrar en la capilla, otras su hija. Asistíamos, despues de un tiempo que pareció eterno, a la culminación de una espada, las más hermosa katana que yo haya visto jamás, la cual emitía una luz tal que ahuyentaba la nube de sombra que asfixiaba al leon.

Con esa visión volvimos todos a la realidad, aún sabiendo en el fondo de nuestros corazones que lo que habíamos visto era tan real como el arroz que acabábamos de tomar con el desayuno. Estábamos todos parados de pie, mirándonos los unos a los otros, conscientes de que todos los presentes habíamos ido a parar al mismo sitio, que de alguna manera estábamos intrínsecamente ligados. Una preciosa voz, leve como el canto de un ruiseñor, nos sacó de nuestro anodadamiento:

-Me alegra encrontrarlos aquí, en este lugar santo.-dijo- Creo que lo necesitamos ahora es aire fresco. Aire fresco y una explicación.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Diarios de Kitsuki Toyoaki, del Clan del Dragón (II)

Por Kitsuki Toyoaki

Los soldados del Clan del Cangrejo comenzaron la búsqueda de los fugitivos. No hacía falta preguntar quién era la presa, la actitud de la samurái-ko, inquieta y sombría, lo delataba. Afortunadamente para el herido le habíamos despojado de su armadura, de manera que sólo hizo falta disimular el daisho, del que no se separaba, para que pasara por un pescador herido. Sin embargo esto no fue lo que le salvó, una inspección más a fondo hubiera resultado fatal para el muchacho. Fue su guardiana, por nombre Hisa, antaño Akodo, la que salvó al joven. A costa de su vida.

Y es que, demostrando un valor que muchos samuráis envidiarían, la ronin salió al encuentro de sus perseguidores. A punto estuvieron de lanzarse sobre ella todos a la vez, y ella lo hubiera deseado así de no haber ido acompañada, pero una pelea hubiera puesto en peligro al muchacho. Consciente de ello, se entregó a los guerreros del Clan del Cangrejo. Fue rodeada, desarmada y ya la iban a ejecutar cuando salí al paso. Me sorprendió que Bayushi Michiko y Doji Masu intervinieran apoyándome, aunque creo que lo hicieron por molestar a los cangrejo más que por salvar a la desgraciada Hisa. Sin embargo, todos nuestros esfuerzos fueron en vano. A pesar de que indiqué a los mandos del batallón, una Kaiu llamada Tomoeko y un Yasuki que no tuvo a bien presentarse, que la prisionera se encontraba bajo mi protección y que para llevar a acabo la ejecución que pretendían era necesaria la aquiescencia del gobernador de la aldea, Doji Keran, los documentos que autorizaban la captura lo permitían, así que se dispusieron a ajusticiar a la prisionera.

La propia Hisa, por propia petición, cometió seppuku. Tuvo para ello la asistencia de Kaiu Tomoeko, y lo hizo de una manera tan impecable que todos quedamos sobrecogidos. Un instante antes de ejecutar la sentencia, había sido capaz de pedirme ayuda para con su compañero, o al menos así lo supuse. En cuanto entendió que no sólo no iba a entregar a su protegido, sino que lo ayudaría hasta que se sirviera por sí mismo, pudo entregarse al suicidio ritual con toda la calma que da el deber cumplido. Quieran las Fortunas que, cuando me toque afrontar mi final, lo haga con la misma valentía que ella. Me agrada pensar que, en parte gracias a mi promesa de ayudar a Nobutada, Hisa abandonó este mundo tan honorablemente que seguro que todas sus faltas fueron perdonadas y Akodo la recibió con regocijo entre los suyos.

Aquella noche, por otro lado, quisieron las Fortunas que fuera Kaiu Tomoeko la líder de la expedición de captura. Digo esto porque nunca me he quitado de la cabeza que ella sabía de la presencia de Nobutada en el Templo de Ebishu y que por alguna razón, quizá lo sobrecogedor del final de Hisa, no quiso seguir con la búsqueda. Está claro que su compañero Yasuki hubiera buscado debajo de cada piedra, para perdición del joven Nobutada. Gracias a los Kami por ello, pues ha demostrado ser un agradecido bienhechor para nuestra  misión.

Prácticamente sin cruzar una palabra más, mientras las tropas del Cangrejo se retiraban llevándose los restos de Hisa, nos retiramos de nuevo al Templo de Ebishú, con la intención de descansar en los lechos preparados por los monjes. Monjes que, por cierto, habían desaparecido como si se los hubiera tragado la tierra, cosa que no me extrañó porque no hacía más que confirmar mi impresión de que no eran monjes normales. Si es que acaso fueran monjes. Es por eso que no he pasado a describirlos hasta ahora, siendo como son parte importante de estos primeros episodios de nuestras aventuras, porque necesitan una mención especial aparte.

Que pudiéramos ver, había tres monjes de guardia en ese momento, aunque sólo uno parecía dedicarse a trabajar, y lo hacía de manera extraordinaria, he de decir. Se trataba de un robusto ejemplar, más daba la impresión de ser un pescador que de ser un monje ordenado. Trabajaba sin descanso, cargando grandes peroles llenos de agua, hirvientes ollas de sopa o los jergones y tatamis, sin que pareciera fatigarse. Entraba y salía sin parar un momento, siempre sonriente y cruzando pocas palabras con los peregrinos, indiferente a la lluvia que arreciaba fuera. Había algo raro en el hacendoso monje y no fue hasta más adelante que me di cuenta de que, a pesar de no parar de llover en todo momento, de todas sus salidas volvía perfectamente seco.

Los otros dos monjes no eran menos extraños. Uno de ellos, tremendamente gordo, de gesto risueño y cabeza rasurada, no paraba en insistir en tocar la biwa , y los demás no le dejaban, por lo visto. Cuando Isawa Sayuri, practicante de ese arte, se interesó por el monje este encontró la excusa perfecta para deleitarnos con el concierto más fabuloso que hayan escuchado mis oídos. Sin embargo, tenían razón sus compañeros monjes en no dejar que se entusiasmara, dado que al cabo de un rato la belleza de la música resultaba extrañamente abrumadora, inhumana.

El tercero en discordia no parecía mas que un pobre viejo perdido en las nieblas de la vejez, sentado delante un tablero de shogi, farfullando y tratando de atraer la atención de los peregrinos. Cuando Doji Masu se interesó por el juego, el viejo lo retó a una partida. Masu, buscando agradar al viejo, aceptó mas no pensaba que se iba a enfrentar a una derrota como no había sufrido desde los días en que le enseñaron los rudimentos del juego. Fue fulminantemente derrotado, de una forma brillante y completamente inesperada.

En esa extraña compañía nos retiramos a dormir, tras una jornada larga y extenuante. No se extrañen si digo que todos dormimos como hacía meses que no lo hacíamos. Y falta que nos iba a hacer.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Diarios de Kitsuki Toyoaki, del Clan del Dragón.

Por Kitsuki Toyoaki

Yo, Kitsuki Toyoaki,samurái del Clan del Dragón, yoriki de la muy honorable Magistrada Esmeralda Kitsuki Namie, desde este tranquilo enclave de la Isla del Cardamomo dejo constancia de mis andanzas del último año en el presente escrito para que, si algo nos pasara y nadie quedara para contar nuestra historia, los elegidos por las Fortunas que nos sigan puedan servirse de nuestra experiencia.
Si hasta ahora no he hecho nada por registrar nuestra aventura ha sido, dejando la falta de tiempo aparte, por cierto sentimiento de invulnerabilidad. Si la propias Fortunas nos habían elegido para cumplir con una misión de vital importancia para el Imperio, pensaba, no iban a dejar que los azares de la vida del samurái nos apartaran de nuestro destino.  No podía estar más equivocado, como de costumbre.

La muerte de mi querido primo Kioshi ya debiera haberme servido de adveretencia. Si él, siendo como era un poderoso guerrero Mirumoto, la más importante escuela de bushis de Rokugan, cayó ante las malas artes de nuestros enemigos, yo que no soy más que un humilde investigador, de la gran familia Kitsuki el menos hábil, bien que me puedo perder fácilmente en los avatares del camino.  Sin embargo no podía sino sentirme relativamente a salvo, al menos en lo que respecta al cumplimiento de la misión, pues en ella me acompañan guerreros de renombre y poderosos hechiceros que triunfarían allí donde yo fracasara.

La gloriosa caída de mi compañero de armas, Doji Masu, me ha hecho reflexionar, sin embargo. Habilidoso bushi en cuya presencia no se avergonzarían ni la misma Doji, madre de su familia, ni el propio Kakita, fundador de su escuela, ha caído en combate contra los enemigos de su familia y su Clan. No era esa la misión que las Fortunas nos habían encomendado, sin embargo él, siempre cumplidor para con su deber y para con su honor, enfrentó a los que tanto daño están haciendo en estos momentos y se perdió para el mundo, que no para la gloria. Ahora se sienta con sus antepasados y lo puede hacer con orgullo, espero que tenga a bien interceder por aquellos a los que ha dejado atrás.

Ha de servir este hecho como recordatorio de que los avatares del destino se pueden interponer en nuestra misión y que es nuestro deber facilitar la tarea de los que nos sigan, en el caso de que nosotros no lleguemos a ver culminados nuestros esfuerzos con la victoria contra los enemigos de Rokugan.

Para que esto se cumpla, este diario quedará bajo la custodia de los samuráis del Clan de la Mantis. El honorable capitán Yoritomo Atasuke será el depositario de esta memoria de viaje, y se encargará personalmente de hacerlos llegar a la Capilla de Ebishu sita en la Aldea de la Muralla sobre el Océano. Allí comenzó todo y, si la muerte nos reclama, bien puede ser que sea el punto de partida para nuestros sucesores. Si son ellos los que leen estas líneas, id con mi bendición y que los Kami os guarden. Mucho es lo que hay en juego, no lo olvidéis.

Como ya dije, nuestro primer contacto tuvo lugar en la Aldea de la Muralla sobre el Océano. Sin embargo, para cuando eso ocurrió, todos nosotros ya llevábamos muchas leguas recorridas en pos de diferentes objetivos. No soy yo quién para descubrir los destinos de mis compañeros, ese es su derecho y si desean mantener el secreto no seré yo quien traicione su confianza, pero sí que soy dueño de descubrir el porqué de mi presencia, cansado y empapado, en la Capilla de Ebishu, en aquella lluviosa noche.

Mi misión era sencilla, o al menos así lo había parecido en el momento de la partida desde las montañas del Dragón. Mi maestra, Kitsuki Namie, me había encomendado dar con el paradero de mi primo Kioshi, bushi de la familia Mirumoto. El bueno de Kioshi había sido mi mano derecha en el caso que nos había hecho caer en desgracia.Se suponía que la misión que se le había encomendado serviría para restituír su posición dentro del clan. Hacía varios meses que había desaparecido en las tierras de la Grulla y ahora se me encomendaba dar con él o al menos aportar alguna pista sobre su paradero. Me pareció que, si bien era una tarea menor, podía resultar el primer paso para recomponer mi honor perdido.Si no podía recuperar posición, prometida y honor, al menos podría demostrarle al Clan el error cometido al condenarme al ostracismo.
El viaje fue largo, tedioso y bastante duro, pero sin incidentes de gravedad hasta mi llegada a la Aldea de la Muralla sobre el Océano. Llovía como si los Kami quisieran ahogar al mundo y Osano-Wo golpeara tierra y mar con su tetsubo de trueno como si fuera un tambor. Me disponía a entrar en la Aldea cuando quisieron las Fortunas que uno de los rayos de la tormenta iluminara a otros dos viajeros que parecían encontrarse en dificultades. Se trataba de un joven guerrero, gravemente herido en la pierna y la cadera derecha, que se apoyaba en su compañera, una samurai-ko más veterana. A duras penas pudo ésta reprimir su orgullo para solicitar mi ayuda. Se trataba de dos ronin que, a todas luces, huían de un mal encuentro. No resultaba probable que aquellos dos fueran otra cosa que fugitivos de la justicia pero, a pesar de mi condición de servidor de la Ley, nunca he dejado de atender a alguien necesitado, costara lo que costase. Esta vez no iba a ser diferente. Tras hacer un primer vendaje en la tremenda herida que sufría el joven ronin, entre su compañera y yo arrastramos al maltrecho guerrero al cobijo de la capilla de Ebishu, que parecía ser la única que nos podría acoger en aquella noche fría.

Allí nos encontramos con que no éramos los único viajeros que se habían visto obligados a pernoctar en la capilla. Tras acomodar al herido como mejor pudimos pude pararme a observar a los otros ocupantes del santo lugar. Todos eran samuráis, todos de clanes diferentes. Allí que conocí al llorado Doji Masu, el más hábil de los alumnos de Kakita y el más digno de los hijos de Doji. Junto con él se encontraban una shugenja Isawa, que como bien sabrán pertenecen al del clan del Fénix, llamada Sayuri y una esquiva samurai-ko, pertenenciente a los temibles Bayushi, familia del clan del Escorpión, por nombre Michiko. Desde esa noche nuestros destinos se han ligado y no pudieron las Fortunas proporcionarme mejores compañeros en mi viaje. En su noble compañía no puedo sino sentirme como si fuera unos de los Truenos.

Muy solícitamente Isawa Sayuri se prestó a ayudarnos en los cuidados del joven herido.Mientras los otros dos samurais, he de reconocer que de forma más
adecuada a su condición, no prestaron demasiada atención a los fugitivos. De esta manera, entre los cuidados mágicos prestados por la hábil mujer santa y los que humildemente pude proporcionar yo (una de las materias que se imparten en la ilustre escuela Kistsuki, a la que pertenezco, es la medicina y, modestia aparte, es uno de mis puntos fuertes) estabilizamos al herido a pesar del tremendo golpe de tetsubo que había recibido en la parte alta de la pierna. 

Gracias a la hospitalidad de los monjes que atendían la capilla, a los que describiré más adelante, pudimos cenar y calentarnos y ya nos disponíamos a dormir cuando el ruido de una numerosa comitiva a caballo nos desveló. Se trataba de los perseguidores de los dos ronin, una poderosa hueste de guerreros del Cangrejo. Los dos fugitivos no tenían escapatoria. (CONTINUARÁ)

jueves, 6 de diciembre de 2012

El Netsuké de la Grulla de Marfil.

Por DOJI MASU.


Este curioso nemuranai es el resultado del trabajo conjunto de artesanos Kakita y shugenjas Asahina. Hace doscientos años, un cortesano de la familia Kakita que deseaba un regalo espléndido que llevar a Otosan Uchi, la capital imperial de Rokugan, donde había sido destinado para cierto cargo, encargó su fabricación a sus parientes artesanos. Éstos decidieron realizar un netsuké -un pasador para los cordeles con los que se atan al obi las bolsitas y pequeños objetos cotidianos, y cuya moda era entonces relativamente nueva- de marfil. Lo esculpieron profusamente representando el símbolo de su Clan. Tras realizar la bellísima escultura, la pusieron en manos de los shugenjas, quienes la convirtieron en un objeto que dispensara sus favores con más entrega cuanto mayor fuera el poder y posición de su portador: La intención era que el regalo recordara la sumisión con que se entregaba a alguien de posición superior.

Desgraciadamente, por diversos motivos, tras salir de Shinden Asahina, el objeto no llegó nunca a Otosan Uchi. Durante mucho tiempo se convirtió en un asunto debatido en la familia a quien debería pertenecer si apareciera, porque de hecho nunca fue regalado, como era el propósito de su fabricación. Tal vez quien lo obtuviese lo ofreciera en subasta, lo utilizara en alguna negociación o lo intentase regalar a la Corte Imperial. Finalmente, las fortunas lo hicieron reaparecer en manos del cortesano Doji Masutaro, quien lo puso en manos de su hijo Doji Masu cuando éste decidió abandonar la escuela familiar e ingresar en el dojo Kakita, a instancias de sus tutores. En realidad tal entrega no era un regalo, sino una manera de ayudar al joven a encontrar el singular dúo de la Grulla de Marfil: El Netsuké del Búho de Ébano, cuyo origen no es mencionado en las leyendas…

Efectos de juego del Netsuké.
El Netsuké de la Grulla de Marfil actúa protegiendo al portador que lo lleve en su obi, luciéndolo de la forma habitual. Sin embargo, el kami que vive en el objeto no apreciará a los personajes cuyo rango de escuela sea de 1, permitiéndoles lucirlo en su vestimenta... y poco más. Sólo un personaje con rango de escuela dos o más y con todos sus Puntos de Vacío intactos verá como la protección del kami aumenta, pues se inclina ante quienes han conquistado los más altos puestos y actúan con el orgullo y dignidad que su responsabilidad les exige.

El personaje que tenga esas características obtendrá un número de puntos de vida en cada uno de sus niveles de salud, igual a su rango de escuela -1. Estos puntos de vida adicionales se pierden en cuanto se gasta un solo Punto de Vacío, y, por supuesto, al quitarse el Netsuké. Por ejemplo:

Doji Ichiro es un personaje con Tierra 2, y como tal su esquema de puntos de vida es:
4, 8, 12, 16, 20, 24, 28, 38 y K.O.
Su rango de escuela de Bushi llega a 2, y por un azar de la vida cae en sus manos el Netsuké de la Grulla de Marfil. Tras ajustárselo en su obi, sus puntos de vida cambian a:
5, 9, 13, 17, 21, 25, 29, 39 y K.O.
Eso sí, en cuanto el bueno de Ichiro-San gastase un Punto de Vacío, esos "puntos fantasma" se perderían.


El modo de recuperar los puntos de vida adicionales que se hayan perdido (por ejemplo en un combate) es "dejar descansar" al kami del Netsuké quitándoselo quien lo porte un día entero. Si la causa de la pérdida ha sido el gasto de un Punto de Vacío, bastará con que el portador recupere ese punto de algún modo habitual y se quite y vuelva a poner el Netsuké con el debido respeto para con el kami.

lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Cómo viste mi PJ?

Por DOJI MASU.

Hay veces en que resulta un poco difícil imaginarse la vestimenta de nuestros personajes, por la falta de familiarización con las sutilezas de la tradición japonesa que podamos tener (que no deja de ser normal). La primera edición de L5A (de la que, compañeros de partida, sabéis que soy un acérrimo defensor) hacía bastante hincapié en la descripción de la misma, al igual que en la de toda cultura en la que está basado. La inclinación de las ediciones sucesivas hacia un look algo wargamero y basado en el juego de cartas ha matado esto bastante, contra lo que me resisto particularmente.

Así que os dejo unas imágenes a continuación, tomadas de la web de The Costume Museum de Kyoto, que nos puedan servir de inspiración. Por mor de la fantasía (¡¡Esto es Rokugán!!) no cito las referencias reales japonesas, y algunos colores están algo retocados. Espero que os interese...


Samurai.
Traje de corte de Bushi del Clan de la Grulla.

Dama de la corte (¿o shugenja?) de los Clanes del Fénix o del Dragón.

Omoidasu o poeta épico del Clan León en traje de corte.

Bushis del Clan del Unicornio con armadura semipesada y
del Clan Escorpión con armadura pesada.

Yojimbo de la Guardia del Emperador con armadura pesada ceremonial.

Armadura ligera de cota de mallas, de Bushi explorador, como los de
las familias Hiruma (Clan del Cangrejo) o Daidoji (Clan de la Grulla).

Vestido de dama de la corte de un Campeón de Clan (¿Escorpión?) o de
la familia de un daymio.

Vestido de la esposa de un Campeón de Clan (¿Seppun Shimiko, del Clan del Fénix?) en ocasión formal y traje de cortesano de la Familia Imperial para la corte de invierno.

Traje cotidiano de Akodo Toturi, Campeón del Clan del León.

Traje y parafernalia de un shugenja de la familia Kuni (Clan del Cangrejo).

Traje de viaje de shugenja del Clan del León, cargado de nemuranai.

Bushi arquero de la familia Ashinagabachi (únicos miembros del
pequeño Clan de la Avispa).

Heimin.
Ayuda de cámara de un poderoso señor (como un daymio o un gobernador de región).

Criada de una casa pudiente.

Kosode (sencillo kimono femenino) y peinados de unas trabajadoras de posada o de casa de baños (o camareras de la hospedería de una Embajada de los Grandes Clanes).

Traje de algodón y papel de un comerciante y kosode con
capucha aparte de una mujer burguesa.

Campesina con cesto de alimentos y buhonero transportando su mercancía.

Hinin.
Prostituta-cortesana (de la más alta clase) y geisha.

Monjes.
Hábito del abad de los Monjes de Osano-Wo y ropas de viaje de un monje de Shinsei.

lunes, 23 de julio de 2012